Cada vez oímos hablar más del concepto de consumo colaborativo. Pero, ¿qué es el consumo colaborativo? ¿a qué ámbitos de nuestra vida cotidiana lo podemos aplicar?
Y es que, más que un concepto, el consumo colaborativo es una filosofía. Es darle una vuelta de tuerca a nuestra manera de consumir, de comprar, de disfrutar de los bienes materiales. Y también, modificar algunos aspectos de nuestro comportamiento.
Compartir, reutilizar, reciclar, alquilar, apostar por la segunda mano… son muchas las acciones que podemos llevar a cabo para ejercer un consumo más responsable.
En los últimos años hemos conocido muchas iniciativas de consumo colaborativo en muy diversos campos:
en el transporte, con BlaBlaCar, que nos permite compartir coche en España y en Europa, conectando conductores con pasajeros
en las tareas cotidianas, con Etece, cuyo lema es “tiempo para los que no tienen tiempo” y su función es encontrar a profesionales que realicen aquella tarea para la que no tienes tiempo (desde mudanzas y montaje de muebles hasta arreglos o tareas en el hogar)
en la huerta, con La Terrenal, que en Asturias ofrece alquiler de huertos compartidos y un ocio “diferente y sostenible”
en la artesanía, con Artesanio.com, un portal donde puedes crear tu tienda y vender tus productos hechos a mano
Nuestro proyecto, Quiquilo, también está enfocado al consumo colaborativo. Ofrecemos un espacio donde vender la ropa que a tus hijos se les ha quedado pequeña y donde comprar nuevas prendas que puedan necesitar. La idea surge al comprobar cuánta ropa casi sin estrenar dejan nuestros hijos y cuánta ropa necesitan según crecen. Había que aprovechar esas prendas en perfecto estado y darles una segunda oportunidad.
Y así nació Quiquilo, una tienda online que ofrece calidad, moda y precios muy asequibles.
Estos son solo algunos ejemplos de los recursos que tenemos a nuestro alcance para practicar un consumo responsable y más respetuoso con el medio ambiente.